¿Debería estudiar un posgrado en filosofía?

Creo que este FAQ (Frequently Asked Questions) titulado «Should I Go To Graduate School In Philosophy?» es de lectura imprescindible para todos los que han considerado, están considerando, o están actualmente estudiando un posgrado en filosofía. Está escrito desde adentro, de manera muy cruda y refleja una serie de las complicaciones prácticas que encuentran aquellos que se enfrentan a los estudios de posgrado en filosofía.

Algunas de las secciones más fuertes/interesantes:

Your enjoyment of reading and learning philosophy counts for approximately nil. Nobody will pay you a dime to read things. You will make a good philosophy teacher only if you are good at explaining philosophy to people who know nothing about it and are much less interested in it than you are. You will make a good researcher only if you have lots of new ideas of your own and you like writing about them. If you regularly have to ask your teachers in your classes what you should write about, then you probably do not have enough original ideas to be a good researcher.

Aún así, hay muchos que creen que son distintos a los demás, tan distintos que tienen algo completamente novedoso para ofrecer y que por eso destacarán frente a otros aplicantes:

However smart you may be, when you apply for that coveted position at the University of Colorado, your application will go into a pile of 300 others, of which at least 20 will look about equally good. All 20 of those people will have been the best philosophy students at their colleges. Think about the smartest person you have ever known. Now imagine that there are 20 copies of that person competing with you for a job. That is roughly what it will be like.

Y quizás el más fuerte de todos, respecto a qué tanto puede uno hacerse un espacio en la disciplina filosófica:

Will I influence the field through my insightful articles?

Almost certainly not.

First, it is very difficult to get published in philosophy. The respected journals reject between 90% and 95% of all submissions. No exaggeration. (If you find a journal with a higher acceptance rate than that, it will be one not worth publishing in.) They typically take three months to evaluate your article before rejecting it. Longer delays are not unusual—I once had a journal take two years to evaluate a manuscript of mine. When they finally got back to me, it was to ask me to revise and resubmit the paper. Your prospects are better if you submit to a less prestigious journal, but then virtually no one will read your article. Your ability to get “A”s on your philosophy papers in college does not mean that you will ever be able to write a publishable paper. (See my page on publishing in philosophy.)

Second, consider the sheer quantity of philosophy that is published. As of this writing (2008), the Philosopher’s Index, which indexes almost every academic philosophy publication in any of about 40 different countries, reports 14,000 new records every year. That’s fourteen thousand new philosophy articles and books, per year. Since 1940, about 400,000 philosophy books and articles have appeared. What proportion of those do you suppose the average person in the field has read? Now you can use that guess as an initial estimate of the proportion of philosophers who will read your article.

So when that paper you worked so hard on for so many hours and months finally gets published, it is overwhelmingly likely that almost no one will ever notice, and that the scholarly reaction to your article will be nil.

Es importante matizar que esto, claro, está escrito desde el punto de vista de la academia estadounidense. La verdad, no sé si eso hace las cosas mejores o peores para un estudiante de posgrado en filosofía en el Perú o en América Latina.

Para que lo tengan en consideración si lo están pensando, y si lo están haciendo, pues para que puedan hacer algo al respecto.

Cosas que deberías saber

Hace tiempo y varias veces y he comentado sobre el vacío que existe, en general, entre la filosofía (hablando desde mi experiencia personal) y la tecnología, en particular las tecnologías de la información. Digo «en general», porque obviamente esto no se da en todos los casos, y hay contraejemplos muy significativos e importantes. Pero estuve pensando un poco en esa separación, y en las nuevas habilidades que hoy son cada vez más necesarias para participar de discusiones que a menudo se dan en múltiples formatos y contextos al mismo tiempo. Así que se me ocurrió compilar estar pequeña lista de habilidades tecnológicas que, a mi humilde juicio, un filósofo debería manejar con mediana competencia para formular un mensaje, participar de discusiones y, sobre todo, para poder comunicar y enseñar diferentes ideas. Aunque lo pienso desde el punto de vista de la filosofía, creo que esto en realidad se aplica para muchas otras disciplinas.

  • Blogs. ¿Tienes uno? ¿Por qué no? Creo que hay muchas ventajas a tener un blog, aunque debo admitir que aquí hay un poco de contrabando ideológico: el tipo de pensamiento que facilita un blog es uno fragmentado, progresivo, en constante construcción y revisión. Dudo mucho que Kant habría bloggeado a través de su periodo crítico, por ejemplo, en el cual se dedicó a construir grandes catedrales de conocimiento. Un blog, en cambio, es como un laboratorio conceptual, donde uno va soltando ideas, discutiéndolas con otros y refinando los conceptos. Y lo obliga a uno, también, a aprender a hablar en un lenguaje más accesible, menos técnico y oscuro. Cosas que uno debería saber: crear un blog (al menos en un servicio como Blogger o WordPress), actualizarlo, moderar comentarios. Los más osados pueden jugar con el estilo visual.
  • Manejar videos en YouTube. Si no tienes una cuenta en YouTube, créala. Eso te permite marcar videos como favoritos y ordenarlos en listas de reproducción, con lo cual puedes mantener un archivo de videos interesantes que vayas encontrando – por ejemplo, puedes recopilar una lista de las conferencias disponibles en línea dadas por un autor o sobre un tema. También es importante saber bajar videos de YouTube, usando una herramienta como TubeMaster++, que luego se pueden utilizar para reproducir en un salón de clase, o dentro de una presentación. Además, deberías también saber subir un video a YouTube. Lo cual me lleva a…
  • Capturar y editar video. Esto ya es un poco más exigente, pero ahora cualquier celular o cámara de fotos también toma video. Acá lo que importa es saber subir el video a la PC, hacerle algunos arreglos menores (por ejemplo, cortar un pedazo relevante), guardarlo y comprimirlo en un formato amigable para que luego pueda subirse a un sitio como  YouTube. Casi todo lo que necesitas para esto probablemente lo tienes ya: la cámara, y un software como el Windows Movie Maker que viene por defecto con Windows (o el iMovie en la Mac). ¿Por qué querrías crear video? Puedes grabar conversaciones, presentaciones, sesiones de clase, en un formato fácil de manejar y usualmente más efectivo que el texto solo.
  • Seguir blogs usando fuentes RSS. El formato RSS es un formato de sindicación – es decir, es una fuente que envía una notificación cada vez que un blog o un sitio de noticias se actualiza. Usando un lector RSS, uno puede mantenerse actualizado con las novedades de cientos o miles de blogs y sitios web, sin la necesidad de visitarlos todos individualmente. Quizás la manera más fácil de utilizar esto es con el lector RSS de Google, el Google Reader, que es además uno de los mejores.
  • Descubrir y ordenar fuentes de información. Hay dos cosas aquí recomendables, además del RSS que ya mencioné. Lo primero es utilizar un servicio de marcadores sociales, como Delicious, que le permite a uno marcar sus favoritos y guardarlos en línea (de modo que uno puede usarlos desde cualquier computadora). Pero además, uno puede etiquetar sus sitios web favoritos con diferentes categorías, y también ver quién más ha marcado ese mismo sitio como favorito y qué categorías le ha puesto. El resultado es que puedo ver qué otros sitios favoritos tienen otras personas bajo las categorías que a mí me interesan, con lo cual uno termina descubriendo todo tipo de nuevas fuentes. La otra gran fuente de información es, por supuesto, …
  • Twitter. Hay muchas razones por las cuales uno podría twittear, o al menos por las que uno debería saber de qué se trata. Pero me concentro en una: Twitter es quizás la manera más rápida y efectiva de descubrir información. Uno simplemente debe dedicarse a cultivar una lista de personas a seguir que tengan más o menos los mismos intereses, y rápidamente estará descubriendo todo lo que ellos comparten con sus seguidores. Twitter ha desplazado en gran medida a muchos otros canales para compartir y descubrir información. Bonus points por utilizar un cliente Twitter de escritorio como TweetDeck, que además les permitirá organizar sus contactos en grupos, y hacerle seguimiento a términos de búsqueda en la red de Twitter (p.ej., muéstrame cada vez que aparezca un tweet que mencione la palabra «filosofía»).
  • Hacer y compartir buenas presentaciones. La clave aquí es «buenas». Mucha gente se queja del Powerpoint, pero en verdad, mucha gente lo usa terriblemente mal (a mi humilde juicio). Así que uno debe esforzarse por preparar una buena presentación visual, diseñada como presentación visual y no sólo como una extensión del discurso o del texto escrito. Hay muchas fuentes en línea con tips sobre cómo preparar presentaciones, pero en general, reglas como no usar más de 7 palabras por diapositiva, de no utilizar viñetas ni listas largas, de nunca copiar textos ni leer directamente de la diapositiva, y de utilizar una fuerte presencia gráfica (que no sea de las imágenes predeterminadas de Office), todo ello ayuda muchísimo a preparar una mejor presentación. Bonus points: comparte tus presentaciones en línea usando un servicio como Slideshare.
  • Crear recursos digitales. Esto suena bastante genérico y lo es, y tiene también mucho que ver con manejar un blog. La idea de manejar un recurso digital es aplicar un poco de todo lo anterior para algún propósito específico. Compilar enlaces, videos, blogs, artículos, referencias bibliográficas, sobre algún tema en particular. O empezar a mantener un wiki con información sobre algo que te resulte de interés, con el tema de un curso o con información sobre un autor o un texto. El objetivo de un recurso digital es crear y mantener una capa de intermediación entre el usuario interesado y el viejo oeste que es la web: realizar el trabajo editorial de verificar y asegurar la relevancia de lo que está siendo compilado. La utilidad y los beneficios de recursos de este tipo son altísimos, y es un trabajo relativamente fácil de hacer.

Estoy dando por descontado lo básico: usar la computadora, programas básicos como el Word, el Excel o el Powerpoint, manejo de Internet, correo electrónico, mensajería instantánea, navegación en la web, uso de buscadores como Google, etc. Sí, todo esto es lo básico, y lo que es lo básico se seguirá ampliando con cosas como éstas conforme vaya pasando el tiempo.

En fin, quizás vaya ampliando la lista si se me ocurren más cosas (de hecho creo que hay varias más, como para una segunda lista) y si se les ocurre algo más que deba ir aquí, inclúyanlo en los comentarios.

Brokers de información

Un par de ideas. ¿Qué hacemos cuando empezamos a volvernos cada uno más information brokers, y los que antes cumplían ese rol empiezan a perder la exclusividad?

Dos ideas sobre cuya viabilidad real no tengo ni la más remota noción. ¿Qué productos o servicios se pueden ofrecer cuando el costo de acceder a la información colapsa? ¿Qué puede hacer, digamos, un periodista cuando el modelo que antes lo mantenía, ya no se sostiene?

Primero, pensar fuera de la caja y aceptar nuevos modelos. Idea número uno: aquel que funciona, básicamente, como un broker de información, discriminando, seleccionando, contextualizando y comentando lo que pasa, tiene un producto muy valioso en el valor agregado que le da a la información. Pero ese valor agregado es suficientemente interesante en la medida en que está alineado lo más cercanamente con los intereses de lo que un público quiere saber. Uno puede pensar en periodistas, pero en verdad esto se aplica a cualquier persona que consiga dominar bien el arte de procesar, transformar y comunicar información de una manera efectiva. Existe un mercado de gente cuyo trabajo requiere de mantenerse informados acerca de muchas cosas, pero cuyos requerimientos de información exceden sus posibilidades de dedicarle tiempo a todo ese proceso: entonces pueden tercerizar. Imaginen brindar el servicio de consumir, entender, contextualizar las noticias, y que alguien pague por sesiones altamente personalizadas donde ese contenido me es devuelto, con la capacidad de hacer preguntas y repreguntas y la confianza de que la persona que me informa está en capacidad de responderlas. Algo así como un asesor, un analista personal, pero a un costo mucho menor. Alguien se encarga de interpretar el mundo por mí, de una manera mucho más completa de lo que yo lo podría hacer por mí solo. Ahora, a esa misma mezcla agrégale una cartera de clientes que encuentran esto mismo valioso, escálalo, y tienes un modelo básico con el cual alguien se puede ganar la vida. En la medida en que el broker representa mejores resultados, su status aumenta así como también su valor.

Segunda idea, que me viene a partir de leer la crítica de Malcolm Gladwell al nuevo libro de Chris Anderson (la cual, de por sí, amerita su propia discusión). La cuestión es la siguiente: servicios como YouTube enfrentan una paradoja, porque al abrir la puerta a que cualquiera suba su contenido, la gran mayoría de este contenido es basura, y una enorme cantidad de este contenido, aunque no sea basura, no es rentable: en el sentido de que, los anunciantes que generan los ingresos no quieren ver su publicidad allí. Entonces, YouTube se ve en la necesidad de mejorar el nivel del contenido, licenciando contenidos profesionalmente producidos como series de televisión, películas, y ese tipo de cosas. Pero eso agrega aún más a sus costos. Entonces: ¿qué pasa si YouTube, en lugar de hacer eso, invirtiera considerablemente menos en financiar que productores profesionales de contenidos se dediquen a brindar entrenamiento y asesoría a productores amateur para mejorar el nivel de los contenidos del sitio? La idea es, en vez de licenciar contenido profesional, le pago menos a un profesional para que ayude a desarrollar habilidades y mejores productos de los amateurs que normalmente participan de YouTube. A YT le conviene, a los amateurs también, al entrenador también. Incluso, es concebible que lo mismo pueda hacerse sin YT de por medio: ¿podría funcionar un taller de producción de video orientado no a comunicadores audiovisuales, sino a personas de a pie? Jóvenes aficionados, activistas, gente de diversas especialidades dispuesta a invertir tiempo y dinero a aprender a expresarse en un lenguaje que no saben manejar. De nuevo, agrega varios clientes, varios proyectos, y tienes un modelo con el que se puede concebir a alguien ganándose la vida.

Si el principal activo es la información, y la información es básicamente libre y también gratuita, hay que encontrar las maneras a través de las cuales podemos imprimirle un valor agregado.

Carreras del futuro

Venía por la vía expresa hace poco y vi un cartel enorme de la Universidad San Martín de Porres, promocionando «carreras con futuro», y apuntando al sitio web www.carrerasconfuturo.com. Me dio demasiada curiosidad entrar a ver qué les estaban vendiendo a los jóvenes que hoy egresan de la secundaria y postulan a la universidad como «carreras con futuro», así que tuve que entrar a verlo más en detalle. La educación, especialmente la educación superior, y especialmente la educación superior para el futuro son temas que tengo bastante cercanos, así que tenía que ver si había algo interesante.

Y, sí. El sitio está muy bien diseñado, de hecho me da curiosidad saber quién hizo el diseño. Pero mi primera sorpresa fue que, oh coincidencia, TODAS las carreras la USMP eran estas tales «carreras con futuro». Es decir, que la USMP sigue vendiendo como carreras del futuro opciones como Derecho, Medicina o Ingeniería, las mismas carreras tradicionales que todo el mundo ha recomendado los últimos 100 años y que, por lo mismo, son sectores del mercado que se encuentran saturados. Aún cuando eso no quiere decir de ninguna manera que todo aquel que estudie carreras tradicionales tendrá problemas para encontrar trabajo, sí quiere decir que para una considerable cantidad esto será cierto. Y quizás es algo que no tengan en consideración al escoger la carrera.

Aquí hay dos planos de análisis distintos y relevantes. En primer lugar, que en el presente la oferta educativa no está alineada con el mercado. Generamos muchos profesionales, que por buenos que sean, no necesariamente salen preparados para el «mundo real». El segundo plano me llama más la atención: que no preparamos realmente profesionales para el futuro, porque claro, nunca nos hemos dedicado realmente a pensar en qué queremos del futuro ni qué profesionales podríamos requerir entonces.

La USMP nos brinda un excelente ejemplo de que somos estructuralmente incapaces de imaginar el futuro de una manera que no sea una versión radical del presente. Para ellos, el 2020 se ve así:

El New York Times señala que las conexiones inalámbricas harán que no existan barreras entre el trabajo y la vida personal, esto impedirá el exceso de trabajo y se consolidará un nuevo formato de día laboral, los empleados trabajarán durante varias horas y las combinarán con sus actividades personales.

Que es más o menos el equivalente laboral de los autos del futuro que prometía Mecánica Popular en los años 50. Por un lado, describen muchas cosas que estamos presenciando hoy, y para las que no estamos preparados, pero que no son una cuestión «futurista». Por otro lado, no tienen en consideración que el futuro, muy probablemente, será radicalmente diferente de lo que somos capaces de concebir hoy día, y por razones probablemente muy diferentes de las que podríamos pensar. Clay Shirky tiene un muy buen ejemplo para ilustrar esto:

Hay una escena maravillosa en la película de 1968, 2001 (para cuando supuestamente todos debíamos estar viajando al espacio) donde azafatas espaciales en minifaldas rosadas dan la bienvenida al pasajero que llega. Esta es la visión perfecta, empaquetada para los medios, del futuro – la tecnología cambia, la basta se mantiene igual, y la vida sigue como es hoy, excepto que más rápida, más alta, y más brillante. En contraste, la píldora anticonceptiva, como el transistor, parecían ofrecer tan sólo mejores incrementales sobre los métodos existentes. Pero al hacer del control de la fertilidad y una decisión unilateral y, crucialmente, femenina, que no tenía que ser negociada caso por caso, la píldora ha transformado a la sociedad de maneras mucho más importantes que cualquier cosa conseguida por la NASA. [Here Comes Everybody, traducción mía.]

Un poco de lo mismo es lo que encontramos en la descripción del 2020 que hace la USMP. Claro, conexiones inalámbricas, transformarán todo lo que conocemos sobre el trabajo. Pero el trabajo seguirá siendo esencialmente trabajo, produciendo esencialmente lo mismo, bajo el mismo modelo económico, con los mismos objetivos, y demás. Si el incremento de la combinación profesional-personal que describen terminara en que las familias se descomponen y la gente es crecientemente miserable, llevando a la gran revuelta tecnoproletaria del 2017 y a la consiguiente instauración del régimen ludita, sería algo imposible de predecir, e incluso de concebir, desde esta descripción alegre y peregrina de lo que vendrá.

Ahora, lo realmente perturbador. Las carreras que necesitaremos en el futuro, o desde el otro punto de vista, los trabajos para los cuales necesitaremos formar gente en el futuro, no existen hoy día. Muchos de los trabajos que existen hoy no existían hace 5 años, y no existen descripciones claramente definidas para lo que hacen o el perfil que requieren. Además de que cambian lo suficientemente rápido como para que prácticamente ningún cuerpo de conocimiento pueda mantenerse suficientemente al día: la realidad que uno estudia al empezar una carrera resulta ser significativamente diferente 5 años después, cuando termina. En ese contexto, es realmente irrelevante que mi carrera tenga futuro hoy, pues es bastante probable que cuando termine de estudiarla, o haya dejado de tenerlo, o sea algo para lo que no estoy formalmente preparado, o haya futuros más interesantes en otras áreas. Entonces, cuando un egresado de secundaria hoy lee esto sobre un supuesto 2020:

Puesto que las empresas tendrán que adoptar las innovaciones tecnológicas, prevalecerá el aprendizaje constante y la acción organizativa. Los mandos medios desaparecerán y los trabajadores serán temporales, en este entorno la lealtad estará dirigida al compromiso con el proyecto. Para el portal Strategy-Business, la clave del éxito de las empresas del futuro estará en fusionar la fuerza de trabajo y la tecnología de la información moderna.

¿Qué le estamos dando realmente? Aparte de una visión ingenua del futuro y una desinformada del presente. Según esto, algo así como los cyborgs serán la fuerza laboral del futuro. Entonces mejor ni nos molestemos en estudiar, y dediquémonos a perfeccionar nuestros implantes electrónicos para nuestros trabajos temporales comprometidos con el proyecto, sea lo que sea que eso signifique. Ah, sí. Se llama freelance, vía web. Eso es taaaaan 1998.

Entonces, quizás en este punto no importe tanto, realmente, qué profesión escoja uno. En realidad, en un momento en el cual las fronteras entre disciplinas se vuelven tenues y se reconfiguran las profesiones, quizás lo más inteligente sea optar por la posibilidad menos encasillante, aquella que le permita a uno cómodamente saltar entre diferentes áreas de acción con relativa comodidad. Aquello que, justamente, nuestro sistema educativo no está realmente preparado para preparar.

Lo cual hace tanto más urgente que no pensemos tanto en carreras CON futuro, como en carreras DEL futuro, y lo que esto signifique viene de la mano con el contenido que queramos, desde nuestra perspectiva limitada, darle al futuro. Partiendo, por supuesto, de reconocer que no hay manera de que sepamos bien qué significará esto en unos años, y que tenemos que prepararnos para condiciones cada vez mayores de incertidumbre. Lo cual no quiere decir que no seamos capaces de mapear hoy las tendencias que probablemente se conviertan en los problemas en un futuro cercano. Más que ofrecerles a los egresados de secundaria promesas vacías de certidumbre sobre futuros ilusorios, sería bueno que seamos sinceros con ellos y les digamos que no tenemos mayor idea de lo que estamos pasando, y que ellos tampoco la tendrán, y que tenemos, más bien, que aprender a arreglárnoslas para vivir y ser felices renunciando a la pretensión de entender bien dónde va cada cosa.

Más espacios

Siempe se pueden encontrar muy buenas ideas y sugerencias en el blog de Seth Godin.

Esta vez, algo que guarda relación con mi reciente obsesión por los espacios, que a su vez tiene que ver con esto del ciclo de vida de las ideas. Al menos eso creo. Seth hizo el experimento de organizar una-especie-de MBA alternativo para un grupo muy selecto de gente -un programa gratuito pero de alta exigencia y compromiso-, donde se enfocara menos en contenido poco útil y más en problemas del mundo real vinculados a la implementación de sus ideas. El programa estaba muy enfocado en aprender unos de otros a partir de avanzar sus propios proyectos, y muy poco de leer casos de estudio y cosas por el estilo. Generó un espacio nuevo, lo probó, midió los resultados.

Que es, básicamente, el tipo de cosas que uno debería hacer si no tiene mucha idea por qué hace lo que hace. Es decir – si uno simplemente está flotando, haciendo cosas sin saber por qué, sería bueno que se detenga a preguntárselo y a preguntarse si no podría estar haciendo algo mejor con su tiempo.

La relación entre ambas cosas para mí es clara. En los espacios existentes, al menos en su mayoría, para el aprendizaje y la creación, nos chocamos a menudo con que no sabemos por qué estamos ahí. Vamos a la universidad, buscamos maestrías y especializaciones, a menudo simplemente porque es lo que se espera de nosotros. Nos sentamos en clases largas, aburridas, poco motivadoras, simplemente porque así son las cosas. Y por lo mismo, asumimos que estos espacios tienen que ser así como los hemos encontrado, y nosotros simplemente debemos aguantarlos un rato. Y luego… no sé, cuando uno se pone a pensar en el luego se le complican un poco las cosas.

Pero así como Seth, no está demás con probar con nuevos espacios de cuando en cuando. Nuevas fórmulas. Que corren todos los riesgos de simplemente no verse legitimadas: ¿Por qué seguiría ese programa nuevo si no tiene ningún reconocimiento oficial? ¿Por qué asistiría si no me da ningún título útil para mi carrera? ¿Por qué participaría si la metodología no tiene el respaldo de nadie importante? Y así sucesivamente.

Es irónico, me parece, que aún dentro de la filosofía -cuya etimología es, por supuesto, «amor por el conocimiento»- las fronteras estén tan clara y rígidamente definidas hacia lo aceptable y lo que no lo es. Conocimiento por aquí, todo lo demás al otro lado de la línea. Y los espacios del conocimiento están, también rígidamente definidos, así como los procedimientos para llegar a él. Supongo que de ahí que sienta tanto la necesidad de buscar nuevos espacios, después de que tantas veces me he preguntado y me sigo preguntando qué rayos estoy haciendo aquí.

Qué podría significar una nueva forma de periodismo

Ahora, después de haber considerado (1) que el periodismo y las organizaciones que lo han albergado hasta ahora no son lo mismo, y (2) que el influjo del periodismo ciudadano presenta un desafío de importancia al periodismo para recuperar su especificidad, quiero volver al artículo de Brian Solís que dio inicio a toda esta discusión. Y con ello, volver a otra de las preguntas centrales: entonces, ¿cómo se puede re-configurar el periodismo para funcionar en el nuevo ecosistema mediático?

Creo que lo que digo es que en un momento cuando los caminos tradicionales hacia carreras en el periodismo están siendo cuestionados, periodistas excepcionales pueden crear su propio destino. Su futuro está en sus libretas de notas (o en sus laptops), listo para escapar del papel al mundo en línea y al mundo real.

(…) Personalidad, motivación, determinación, y la habilidad para aceptar el riesgo y lanzarse hacia territorios desconocidos e impredecibles es la única manera de empujar el cambio e influir en la dirección de las aventuras profesionales. [Traducción mía]

De acuerdo, quizás hasta ahí la cosa no queda demasiado clara, pero el asunto mejora.

La hipótesis central de Solís en este sentido es que aunque las organizaciones de noticias pueden colapsar, lo que no desaparecerá aún en tiempos de crisis es la demanda por parte de lectores de contenidos interesantes y de calidad, con los cuales puedan vincularse personalmente. De esto se sigue que, en la medida en que los periodistas consigan conectar con esta demanda, podrán generar emprendimientos noticiosos/informativos que reconstruyan el panorama de la oferta mediática más allá de instituciones colapsadas como los periódicos. Creo que en este punto Solís pone demasiado énfasis en el peso del contenido por sí solo -como si tradujera la lógica de la palabra impresa y la traspusiera al medio digital- pero plantea suficientes puntos interesantes como para seguir el hilo de su argumento.

Entonces, siguiendo este hilo, lo que es posible que encontremos es que existen alternativas profesionales en el futuro periodístico para aquellos periodistas (y uso aquí el término en sentido amplio) que mejor consigan engancharse con un público: para los que consigan conectar de un modo personal mucho más cercano con sus lectores o con su audiencia de tal manera que consigan articular lo que Seth Godin llamaría una «tribu»:

Es suficiente si la tribu que lideras te conoce y le importas y quiere seguirte. Es suficiente si tu liderazgo cambia cosas, sorprende a la audiencia y pone al status quo bajo presión. Y es suficiente si el liderazgo que brindas hace una diferencia.

Recorre la lista de historia de éxito en línea. Los grandes ganadores son organizaciones que brindan a tribus de gente una plataforma para conectarse. [Traducción mía]

El problema es, claro, que los periodistas tradicionalmente no están formados, acostumbrados, ni realmente buscan/esperan/quieren tener que liderar ningún tipo de tribu. El periodismo profesional entendido tradicionalmente cumple una función bastante lineal: recoger información, procesar información, transmitir información. Todas las funciones accesorias o periféricas corresponden a otras personas dentro de la organización. Pero, un momento. La organización ya no existe, o está en vías de colapso. Por lo tanto, las funciones mismas que cumple el periodista tendrán que ampliarse también: ya no se trata simplemente de crear el filtro de información entre los que saben y los que no (algo que hemos visto, además, ya no es exclusividad del periodista), sino que el verdadero valor del periodista recaerá más en su capacidad de crear una conexión con el público, y entre el público mismo.

¿Qué quiere decir esto, y con qué se come? Por un lado, que el periodismo reconfigurado requiere de un conjunto de nuevas habilidades propiamente «periodísticas». Eso, me parece, está ya mejor cubierto en otro lado. La novedad que creo se puede introducir en este punto con Solís concierne más bien a este nuevo rol abstracto de articulador que compete a los periodistas detrás de estas nuevas iniciativas periodísticas, un rol de articulación que, me parece, involucra tres competencias diferentes pero profundamente vinculadas entre sí: (1) la capacidad para construir un efectivo branding personal, (2) la capacidad para articular de manera auténtica una comunidad, y (3) la capacidad para llevar adelante algo-así-como una empresa unipersonal (o casi unipersonal).

Lo que esto quiere decir es muy simple: lo primero es que, en la crisis, los periodistas tienen también que aprender a ser emprendedores y a generarse sus propias alternativas. Esto no es nuevo, porque lo mismo o algo muy similar podría decirse de casi cualquier otra actividad económica en estos tiempos. Y sí, es cierto, y hay que admitir, que quizás ésta no sea una solución adecuada para cualquier persona por diferentes razones, pero mi argumento aquí más que una columna de autoayuda es que ésta podría ser la forma de iniciativas periodísticas en el futuro cercano. Dentro de estos nuevos emprendimientos, el valor principal se ve derivado de la narrativa que el periodista sea capaz de articular: el contenido, la historia, la consistencia, el núcleo en torno al cual se construye todo lo demás. De nuevo, quizás no se trate necesariamente de historias que resalten por su objetividad, por su neutralidad, sino que quizás sean justamente lo contrario: historias auténticas que no tengan miedo de tomar partido abiertamente (no por eso volverse fundamentalistas) y de esa manera conectar de una manera mucho más cercana con su público objetivo. Paul Swider tiene un buen comentario en este sentido sobre por qué esto es valioso:

Las organizaciones de noticias podrían y deberían estar a la vanguardia de esto [llevar a los ciudadanos de discutir a resolver problemas] porque trae contexto a la experiencia del usuario, lo cual moviliza audiencias que es lo que hará que la gente quiera pagar, por cualquier medio. La primera organización de noticias que ayude a la gente a dar un significado real y sobre el que se pueda actuar a la avalancha de información en sus vidas tendrá una ventaja sobre un éxito de negocios clave. Pero para hacer eso, la organización debe deshacerse de «los dos lados» y la falsa objetividad. El HuffPost consiguió esta última parte y puede que esté en camino a la siguiente. [Traducción mía]

Swider hace una mención al HuffPost que me resulta relevante porque el HuffPost, que no pretende esgrimir ningún tipo de objetividad en ningún momento, está ahora también abriéndose camino dentro del periodismo de investigación, el tradicional bastión de las organizaciones de noticias tradicionales y uno de los principales argumentos detrás de la defensa de los periódicos como instituciones de la democracia. Las premisas no son irreconciliables: el periodismo de investigación bien puede estar comprometido con objetivos o alineaciones específicas, y esto no tendría por qué ser problemático mientras se tenga transparentemente para todos cuáles son estos objetivos y alineaciones. De nuevo, preservar la objetividad como algo a lo que aferrarse no es una premisa del todo útil, porque sigue pareciéndome que sólo nos engañamos a nosotros mismos, cuando sería mucho más beneficioso para la sociedad enfocarnos en fortalecer las capacidades de los consumidores de información.

Si la capacidad de articular un branding personal, una cierta narrativa que sea capaz de movilizar a una audiencia a involucrarse con un tema en particular, el segundo componente es el valor agregado: si la idea es vincular, conectar a la audiencia y movilizarlos, entonces hay que brindarles también la plataforma a través de la cual estas conexiones tendrán lugar. Porque los usuarios, los lectores, los consumidores, primero que nada, ya no son simples consumidores, y segundo, en el mundo en línea, cada vez más los usuarios distribuyen su tiempo a través de una variedad de servicios y espacios. Para llamar su atención, y más importante aún, para conectar con ellos, hay que estar donde ellos están y brindarles todos los medios posibles para que ellos mismos puedan interactuar con las historias y con las personas detrás de ellas.

Éste es un aspecto importante porque es aquí donde la cosa empieza a diversificarse, y la función del periodista a ampliarse más allá del rol de producción de contenido al de promoción, al de vinculación, al de articulación de comunidades. Pero es importante entender que esto mismo es parte de la lógica propia de los nuevos medios, y de la articulación de lo que se llaman «narrativas transmediáticas«: que una historia no se desarrolla ya en un solo medio, sino que traza un camino a través de una serie de medios, formatos y lenguajes, a través de los cuales la historia es apropiada y transformada. Los medios digitales y tradicionales forman una continuidad a través de la cual los contenidos se desplazan, reconfigurándose en el camino. En esta continuidad es que tienen lugar conversaciones dentro de la cuales las historias se introducen y se reproducen en las manos de los lectores, o como lo pone Solís, la comunidad que debe articular el periodista:

Es la supervivencia del más fuerte determinada por aquello en lo que te afirmas y cuán hambriento estás por construir y mantener una comunidad en torno a ti y tu trabajo. Lo que tiene lugar ahora es una increíble oportunidad para que los buenos periodistas humanicen sus historias y proyecten hacia afuera una extensión de sus personas para conectarse con lectores existentes y potenciales en el punto de apertura de su atención, la ventana de oportunidad para conectarse con alguien en sus propios términos y en su propio tiempo. Y no es diferentes de las tácticas usadas por bloggers innovadores, emprendedores y determinados que aspiran a crear una congregación en torno a su perspectiva. [Traducción mía]

El tercer componente -el de la empresa unipersonal- viene del hecho de que no se necesitan grandes recursos para montar una operación de este tipo. Es, incluso, algo que una sola persona puede llevar a cabo por sí solo hasta coger la tracción suficiente como para necesitar y poder contar con manos adicionales. Lo importante de este componente, sin embargo, es que implica la importante toma de conciencia de que el papel del periodista, desde esta perspectiva, termina incorporando también funciones administrativas y de soporte que previamente pueden no haber sido de su competencia o interés. Algunos están más dispuestos que otros a involucrarse en este sentido. Pero indudablemente, las condiciones del sector en la actualidad probablemente empujen con mayor fuerza a ver las cosas con apertura y a considerar todas las alternativas para poder generar oportunidades y diversificar el espectro de enclaves mediáticos existentes en nuestro ecosistema. La posibilidad abstracta y abstrusa que aquí está esbozada no es la única -algunos otros modelos posibles e interesantes he mencionado antes- para la supervivencia y reconfiguración del periodismo, pero sí es una perspectiva interesante del tipo de transformaciones que podemos esperar.

Ahora que he hablado más de una vez del tema del ecosistema mediático, quizás sería un buen momento para regresar sobre esa idea y elaborarla un poco más. Y, sobre todo, qué espacio en ese ecosistema ocupan diferentes roles -periodistas, organizaciones, ciudadanos, y demás-.

Revelaciones

Ayer mientras me hundía irremediablemente en el inmanejable torrente que es mi Google Reader, encontré un enlace a este PPT que me abrió por completo los ojos. ¿Qué significa, en términos reales, concretos y cotidianos, trabajar con medios sociales? Una buena respuesta de Chrystie Corns, Social Media Marketing Manager de Where.com.

En resumen: me hizo entender de manera infinitamente más clara mi propio trabajo y cómo mejor organizarlo y distribuirlo e integrarlo. He descubierto un mundo nuevo.

Tras el final

Días confusos los últimos. Después de cinco años, mi periplo de pregrado ha terminado. Lo cual es un momento ambiguo: por un lado, estoy feliz de terminar, también porque ya estaba harto de muchas cosas. Por el otro, asusta, y también entristece un poco, el hecho de que se acabe. Es todo complicado, porque el panorama no se hace claro, las cosas se vienen por montones y es todo un poco abrumador. Los aburriré ahora un poco con detalles sobre esto.

Desde hace tiempo, viendo venir estos momentos vengo pensando bastante sobre el tema de la empleabilidad de la filosofía.  Es un tema complicado, lleno de mitos y problemas de interpretación, y verdades a medias: que los filósofos no tienen oportunidades de trabajo, que sólo pueden contar con carreras académicas, que no están capacitados para hacer nada. Todo esto me ha sido un problema importante porque no sólo quiero «hacer cosas», sino que la carrera académica nunca ha sido mi principal interés. Desde que me interesó la filosofía me interesó por su capacidad para relacionarse con múltiples temas y problemas, y tener algo interesante que aportar.

A uno le ofrecen o le venden caminos preestablecidos, más o menos. Siguiendo siempre más o menos los mismos parámetros, que no es que estén mal, sino que simplemente no resuenan del todo conmigo. Que uno termina, y debe seguir estudiando, y debe considerar de entrada seguir una maestría. Esto lo aceptamos, sin detenernos a pensar con mayor detenimiento en precisamente por qué queremos un posgrado. Es cierto que los parámetros que los estudiantes de carreras de humanidades seguimos son diferentes a otras ramas del conocimiento: el por qué parece medio trivial, pues el conocimiento es casi un fin en sí mismo. No nos atormenta tanto esa pregunta; pero no debería ser menos importante. ¿Para qué queremos una maestría, o un doctorado? ¿Porque sí? ¿Por satisfacer nuestro ego? ¿Por desarrollar el conocimiento de la humanidad? Yo personalmente no la tengo del todo clara. Pero sé que seguir estudiando brinda una sensación de seguridad directa: le permite a uno continuar con una cierta burbuja de seguridad con las condiciones más o menos controladas, y posponer el enfrentamiento con algo así como el «mundo real».

Mis observaciones iniciales van justamente porque seguimos este camino más o menos dado simplemente porque está ahí, y porque no conocemos mucho de otras alternativas. Pero la decisión de optar por un posgrado debería ser una decisión basada no tanto en algo negativo (no conocer otras opciones), sino en algo vinculado a los objetivos e intereses que uno espere perseguir con el posgrado (el blog de Penelope Trunk es interesante, aunque bastante discutible respecto a muchas de estas cosas). Eso me complica tanto más la idea de qué buscar, pero en fin. Creo que así visto vale más la pena: no estudiar dos (o más) años más sólo porque es lo que el camino requiere de uno, sino más bien porque tal o cual posgrado le brindará a uno tales o cuales herramientas particulares para cumplir con tales o cuales objetivos. Todo se entrecruza complicadamente con cuestiones como que uno maneje un cierto nivel de planificación respecto a lo que quiere hacer, y allí todo empieza a ponerse difícil: objetivos, planes, ideales, etc., pero idealmente así uno invertirá mejor su tiempo y dinero, en lugar de sólo estudiar más por alguna razón que uno mismo desconoce.

Es, claro, mi visión personal del asunto. Pero son el tipo de preguntas que me aquejan y acompleja en estos días, cuando las horas están un poco más vacías de cosas que hacer y uno tiene más tiempo para preguntarse sobre el futuro. Como suele ser el caso, el vacío es intimidante. Y asusta un poco. Aún así, creo que es mejor todo eso en lugar de simplemente pasar por la vida sin preguntarse bien qué quiere hacer uno o si simplemente está flotando en alguna dirección desconocida.

Despertar del sueño dogmático: perspectivas sobre filosofía y empleabilidad

La otra presentación que tuve oportunidad de hacer en el III SMEF fue en torno a un tema particularmente espinoso: la vinculación que existe entre filosofía y empleabilidad. ¿Hay trabajo para filósofos? ¿Hay espacio dentro de lo académico? ¿Hay algo que pueda hacer fuera de lo académico, en lo cual no termine sintiéndose miserable, sino, más bien, realizado? Fueron algunas de las preguntas para las cuales intenté esbozar alguna respuesta.

Es un tema complicado de tocar, pero en general una experiencia positiva, que contó además con la perspectiva de Pepi Patrón a partir de su propia experiencia, por lo demás amplia y variada. Incluyo aquí también la presentación que utilicé para esta sesión.

Sobre el mismo tema he vuelto varias veces, desde diferentes ángulos. Quizás la serie que he venido publicando en Invasiones Bárbaras sobre cómo sobrevivir en el mundo real tenga también ideas interesantes para quienes pudieran estar interesados.

Acostumbrarse a la realidad

Esto del «mundo real» no deja de ser un problema para mí. Como filósofo, sobre todo, encontrar la manera de adaptarme es por lo demás complicado. Supongo que uno se las arregla, forzosamente, para encontrar la manera de sacarle provecho a la situación.

En el otro blog/webzine que vengo editando hace un tiempo, Invasiones Bárbaras, desde hace unos días vengo publicando una serie de artículos, bajo el título de «Sobrevivir en el mundo real para dummies». El objetivo es introducir una serie de consejos o sugerencias para desadaptados de mi misma calaña (filósofos y demás humanistas o marginados del mundo «productivo») respecto a cómo lidiar con cosas reales como el mundo laboral, el éxito profesional y demás cuestiones a las que solemos tenerles miedo, pero que más bien deberíamos acercar a nuestro lenguaje. Aunque a veces terminan sonando a manual de autoayuda, no pretenden en ninguna medida ser algo así. Son más bien mis anotaciones sobre cómo lidiar con el mundo para tratar de darle un poco de sentido. Con un poco de suerte, quizás podrán servirle a alguien más.

Incluyo aquí los enlaces a las cuatros partes publicadas:

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