Ahora, después de haber considerado (1) que el periodismo y las organizaciones que lo han albergado hasta ahora no son lo mismo, y (2) que el influjo del periodismo ciudadano presenta un desafío de importancia al periodismo para recuperar su especificidad, quiero volver al artículo de Brian Solís que dio inicio a toda esta discusión. Y con ello, volver a otra de las preguntas centrales: entonces, ¿cómo se puede re-configurar el periodismo para funcionar en el nuevo ecosistema mediático?
Creo que lo que digo es que en un momento cuando los caminos tradicionales hacia carreras en el periodismo están siendo cuestionados, periodistas excepcionales pueden crear su propio destino. Su futuro está en sus libretas de notas (o en sus laptops), listo para escapar del papel al mundo en línea y al mundo real.
(…) Personalidad, motivación, determinación, y la habilidad para aceptar el riesgo y lanzarse hacia territorios desconocidos e impredecibles es la única manera de empujar el cambio e influir en la dirección de las aventuras profesionales. [Traducción mía]
De acuerdo, quizás hasta ahí la cosa no queda demasiado clara, pero el asunto mejora.
La hipótesis central de Solís en este sentido es que aunque las organizaciones de noticias pueden colapsar, lo que no desaparecerá aún en tiempos de crisis es la demanda por parte de lectores de contenidos interesantes y de calidad, con los cuales puedan vincularse personalmente. De esto se sigue que, en la medida en que los periodistas consigan conectar con esta demanda, podrán generar emprendimientos noticiosos/informativos que reconstruyan el panorama de la oferta mediática más allá de instituciones colapsadas como los periódicos. Creo que en este punto Solís pone demasiado énfasis en el peso del contenido por sí solo -como si tradujera la lógica de la palabra impresa y la traspusiera al medio digital- pero plantea suficientes puntos interesantes como para seguir el hilo de su argumento.
Entonces, siguiendo este hilo, lo que es posible que encontremos es que existen alternativas profesionales en el futuro periodístico para aquellos periodistas (y uso aquí el término en sentido amplio) que mejor consigan engancharse con un público: para los que consigan conectar de un modo personal mucho más cercano con sus lectores o con su audiencia de tal manera que consigan articular lo que Seth Godin llamaría una «tribu»:
Es suficiente si la tribu que lideras te conoce y le importas y quiere seguirte. Es suficiente si tu liderazgo cambia cosas, sorprende a la audiencia y pone al status quo bajo presión. Y es suficiente si el liderazgo que brindas hace una diferencia.
Recorre la lista de historia de éxito en línea. Los grandes ganadores son organizaciones que brindan a tribus de gente una plataforma para conectarse. [Traducción mía]
El problema es, claro, que los periodistas tradicionalmente no están formados, acostumbrados, ni realmente buscan/esperan/quieren tener que liderar ningún tipo de tribu. El periodismo profesional entendido tradicionalmente cumple una función bastante lineal: recoger información, procesar información, transmitir información. Todas las funciones accesorias o periféricas corresponden a otras personas dentro de la organización. Pero, un momento. La organización ya no existe, o está en vías de colapso. Por lo tanto, las funciones mismas que cumple el periodista tendrán que ampliarse también: ya no se trata simplemente de crear el filtro de información entre los que saben y los que no (algo que hemos visto, además, ya no es exclusividad del periodista), sino que el verdadero valor del periodista recaerá más en su capacidad de crear una conexión con el público, y entre el público mismo.
¿Qué quiere decir esto, y con qué se come? Por un lado, que el periodismo reconfigurado requiere de un conjunto de nuevas habilidades propiamente «periodísticas». Eso, me parece, está ya mejor cubierto en otro lado. La novedad que creo se puede introducir en este punto con Solís concierne más bien a este nuevo rol abstracto de articulador que compete a los periodistas detrás de estas nuevas iniciativas periodísticas, un rol de articulación que, me parece, involucra tres competencias diferentes pero profundamente vinculadas entre sí: (1) la capacidad para construir un efectivo branding personal, (2) la capacidad para articular de manera auténtica una comunidad, y (3) la capacidad para llevar adelante algo-así-como una empresa unipersonal (o casi unipersonal).
Lo que esto quiere decir es muy simple: lo primero es que, en la crisis, los periodistas tienen también que aprender a ser emprendedores y a generarse sus propias alternativas. Esto no es nuevo, porque lo mismo o algo muy similar podría decirse de casi cualquier otra actividad económica en estos tiempos. Y sí, es cierto, y hay que admitir, que quizás ésta no sea una solución adecuada para cualquier persona por diferentes razones, pero mi argumento aquí más que una columna de autoayuda es que ésta podría ser la forma de iniciativas periodísticas en el futuro cercano. Dentro de estos nuevos emprendimientos, el valor principal se ve derivado de la narrativa que el periodista sea capaz de articular: el contenido, la historia, la consistencia, el núcleo en torno al cual se construye todo lo demás. De nuevo, quizás no se trate necesariamente de historias que resalten por su objetividad, por su neutralidad, sino que quizás sean justamente lo contrario: historias auténticas que no tengan miedo de tomar partido abiertamente (no por eso volverse fundamentalistas) y de esa manera conectar de una manera mucho más cercana con su público objetivo. Paul Swider tiene un buen comentario en este sentido sobre por qué esto es valioso:
Las organizaciones de noticias podrían y deberían estar a la vanguardia de esto [llevar a los ciudadanos de discutir a resolver problemas] porque trae contexto a la experiencia del usuario, lo cual moviliza audiencias que es lo que hará que la gente quiera pagar, por cualquier medio. La primera organización de noticias que ayude a la gente a dar un significado real y sobre el que se pueda actuar a la avalancha de información en sus vidas tendrá una ventaja sobre un éxito de negocios clave. Pero para hacer eso, la organización debe deshacerse de «los dos lados» y la falsa objetividad. El HuffPost consiguió esta última parte y puede que esté en camino a la siguiente. [Traducción mía]
Swider hace una mención al HuffPost que me resulta relevante porque el HuffPost, que no pretende esgrimir ningún tipo de objetividad en ningún momento, está ahora también abriéndose camino dentro del periodismo de investigación, el tradicional bastión de las organizaciones de noticias tradicionales y uno de los principales argumentos detrás de la defensa de los periódicos como instituciones de la democracia. Las premisas no son irreconciliables: el periodismo de investigación bien puede estar comprometido con objetivos o alineaciones específicas, y esto no tendría por qué ser problemático mientras se tenga transparentemente para todos cuáles son estos objetivos y alineaciones. De nuevo, preservar la objetividad como algo a lo que aferrarse no es una premisa del todo útil, porque sigue pareciéndome que sólo nos engañamos a nosotros mismos, cuando sería mucho más beneficioso para la sociedad enfocarnos en fortalecer las capacidades de los consumidores de información.
Si la capacidad de articular un branding personal, una cierta narrativa que sea capaz de movilizar a una audiencia a involucrarse con un tema en particular, el segundo componente es el valor agregado: si la idea es vincular, conectar a la audiencia y movilizarlos, entonces hay que brindarles también la plataforma a través de la cual estas conexiones tendrán lugar. Porque los usuarios, los lectores, los consumidores, primero que nada, ya no son simples consumidores, y segundo, en el mundo en línea, cada vez más los usuarios distribuyen su tiempo a través de una variedad de servicios y espacios. Para llamar su atención, y más importante aún, para conectar con ellos, hay que estar donde ellos están y brindarles todos los medios posibles para que ellos mismos puedan interactuar con las historias y con las personas detrás de ellas.
Éste es un aspecto importante porque es aquí donde la cosa empieza a diversificarse, y la función del periodista a ampliarse más allá del rol de producción de contenido al de promoción, al de vinculación, al de articulación de comunidades. Pero es importante entender que esto mismo es parte de la lógica propia de los nuevos medios, y de la articulación de lo que se llaman «narrativas transmediáticas«: que una historia no se desarrolla ya en un solo medio, sino que traza un camino a través de una serie de medios, formatos y lenguajes, a través de los cuales la historia es apropiada y transformada. Los medios digitales y tradicionales forman una continuidad a través de la cual los contenidos se desplazan, reconfigurándose en el camino. En esta continuidad es que tienen lugar conversaciones dentro de la cuales las historias se introducen y se reproducen en las manos de los lectores, o como lo pone Solís, la comunidad que debe articular el periodista:
Es la supervivencia del más fuerte determinada por aquello en lo que te afirmas y cuán hambriento estás por construir y mantener una comunidad en torno a ti y tu trabajo. Lo que tiene lugar ahora es una increíble oportunidad para que los buenos periodistas humanicen sus historias y proyecten hacia afuera una extensión de sus personas para conectarse con lectores existentes y potenciales en el punto de apertura de su atención, la ventana de oportunidad para conectarse con alguien en sus propios términos y en su propio tiempo. Y no es diferentes de las tácticas usadas por bloggers innovadores, emprendedores y determinados que aspiran a crear una congregación en torno a su perspectiva. [Traducción mía]
El tercer componente -el de la empresa unipersonal- viene del hecho de que no se necesitan grandes recursos para montar una operación de este tipo. Es, incluso, algo que una sola persona puede llevar a cabo por sí solo hasta coger la tracción suficiente como para necesitar y poder contar con manos adicionales. Lo importante de este componente, sin embargo, es que implica la importante toma de conciencia de que el papel del periodista, desde esta perspectiva, termina incorporando también funciones administrativas y de soporte que previamente pueden no haber sido de su competencia o interés. Algunos están más dispuestos que otros a involucrarse en este sentido. Pero indudablemente, las condiciones del sector en la actualidad probablemente empujen con mayor fuerza a ver las cosas con apertura y a considerar todas las alternativas para poder generar oportunidades y diversificar el espectro de enclaves mediáticos existentes en nuestro ecosistema. La posibilidad abstracta y abstrusa que aquí está esbozada no es la única -algunos otros modelos posibles e interesantes he mencionado antes- para la supervivencia y reconfiguración del periodismo, pero sí es una perspectiva interesante del tipo de transformaciones que podemos esperar.
Ahora que he hablado más de una vez del tema del ecosistema mediático, quizás sería un buen momento para regresar sobre esa idea y elaborarla un poco más. Y, sobre todo, qué espacio en ese ecosistema ocupan diferentes roles -periodistas, organizaciones, ciudadanos, y demás-.