Observaciones porteñas, 2

El problema de ser peruano en Argentina

No estoy del todo al tanto de las noticias locales aquí en Buenos Aires, pero el tema de la violencia que ha estallado en Villa Soldati es un poco inescapable. La cosa ha salido por completo de control, al punto que el gobierno de la ciudad ha reconocido su incapacidad para manejar el asunto e incluso está pidiendo ahora la intervención de la infantería para desalojar a los invasores que han ocupado el Parque Indoamericano. Pero el tema también ha cogido revuelo internacional por estar fuertemente ligado al problema migratorio de habitantes de otros países latinoamericanos que vienen a la Argentina en busca de trabajo.

El tema migratorio en Argentina es muy complicado porque, por supuesto, la enorme mayoría de migrantes que llegan de países como Bolivia, Paraguay y por supuesto, Perú, lo hacen en muy malas condiciones, y la mayoría de migrantes termina viviendo en las villas en diferentes lugares de la ciudad. Los peruanos ocupan aquí, además, un lugar tristemente célebre:

Según un estudio sobre migración y mercado de trabajo de bolivianos y paraguayos en el Area Metropolitana realizado por la demógrafa Alicia Maguid y el sociólogo Sebastián Bruno, desde los 90 que viene aumentando la población de estas nacionalidades. En la última década, además, se quintuplicó la cantidad de peruanos. Todos vienen en busca de trabajo, que consiguen en talleres textiles, la construcción o, en el caso de las mujeres, como empleadas domésticas. Como la mayor parte trabajan en negro, acceder a la vivienda es muy difícil para estos inmigrantes, que terminan instalándose en villas y asentamientos.

De modo que no es de extrañar que ser peruano en Argentina sea para muchos de ellos una realidad muy compleja. Ayer me tocó, además, ganarme con una tajada de esta realidad cuando terminé pasando buena parte del día en el Consulado General del Perú: como buen peruano, se me ocurrió ir a hacer el trámite de rectificación de domicilio (el trámite necesario para poder votar en el extranjero) en el último día posible, con lo cual me tocó hacer una cola de una cuadra y un trámite que demoró, en total, alrededor de seis horas, rodeado de la idiosincrasia peruana todo ese tiempo. Desde vendedores ambulantes vendiendo tamales, chicha morada y arroz con pollo en tapers, hasta, por supuesto, la acostumbrada y, para mí, absolutamente despreciable presencia de los tramitadores a lo largo de la cola inventándose requerimientos para vender fotocopias y fotos pasaporte que las personas no necesitan.

En seis horas uno se gana con muchas cosas, que no puedo más que recoger desde el punto de vista anecdótico porque no cuento con mayor información que eso. Pero es una experiencia que uno no puede dejar de relacionar con el trasfondo del problema migratorio detrás del crecimiento de las villas – empezando por la impresionante cantidad de personas que estaban haciendo el trámite, o los rumores que se van pasando entre la gente en la cola: que hubo gente acampando desde las 3am en la puerta del consulado, que la cola desde hacía tres días le daba vuelta a la cuadra, etc.

Pero uno empieza además a hacerse una idea de las condiciones en las que vive la comunidad peruana – claro, sin generalizar, pues no son más que conversaciones específicas que pude escuchar. Como la de una mujer que esperaba la llegada de sus hermanos desde Perú en las próximas semanas, porque la compañía en la que trabajaban en Perú había quebrado así que se iban a probar suerte en Argentina. Así que ahora ella debía buscarse una «pieza» donde ella y sus tres hermanos pudieran vivir, pagando unos 20 pesos al día (alrededor de S/.15). Más tarde, estaba el problema de un grupo de mujeres que, aunque habían ido a realizar el trámite de cambio de domicilio, casi al final de todo el proceso cayeron en cuenta de que no sabían realmente cuál era su dirección. «Dile que es una casa tomada», se recomendaban entre ellas antes de hablar con el oficial consular.

Quizás lo que más me sorprendió fue, cuando yo mismo me acerqué a usar el trámite, la reacción del tipo del consulado. Vio la dirección que había escrito, y la releyó con un tono descreído, y yo asentí. «Pero esto es en Recoleta», me dijo, a lo que tuve que asentir de nuevo como para que se diera cuenta de que no me había equivocado, y registrara mi dirección (Recoleta es un barrio de clase media-alta/alta en Bs.As.).

Hay muchas cosas de todo esto que no entiendo, pero que intento contextualizar. En primer lugar, era constatable el grado de desinformación generalizada de la gran mayoría de personas: antes de ir, me tomé el tiempo de revisar el sitio web del consulado, hacer mis averiguaciones, ver qué documentos necesitaba, y luego ir (tarde, pero informado). Pero la gran mayoría de personas llegaba a enterarse en la cola, a menudo a partir de la información de los mismos tramitadores. Lo señalo porque la desinformación era un patrón generalizado: la mayoría de gente presente (al menos de la que pude escuchar) ni siquiera sabía por qué estaba haciendo el trámite, o qué trámite tenían que hacer. No había noción de cuándo eran las elecciones, de para qué se rectificaba el domicilio, de por qué ayer era la última fecha para hacer el trámite. Quizás de lo único que había una idea era de que así se evitaba una multa, que según a quién le creyera uno, estaba entre los 300 y los 700 dólares.

Y me parece que este patrón, claro, se extiende más aún: en, por ejemplo, la desinformación generalizada respecto a las oportunidades a las que uno puede acceder en la economía aquí, versus las que uno podría encontrar en la actualidad en el Perú. Basándome en observaciones aún muy preliminares, me parece que en términos cotidianos uno puede encontrar mejores condiciones económicas y un costo de vida mucho más bajo actualmente en el Perú, que en la Argentina – disponibilidad de productos de consumo, inflación, oportunidades laborales, etc. Por ponerlo de alguna manera: el tipo de trabajo y las condiciones de vida que consigue un migrante peruano en Argentina con enormes dificultades logísticas y legales, no son muy diferentes del tipo de trabajo y condiciones de vida que podría conseguir en el Perú sin esas mismas dificultades (la gran diferencia, sumamente importante, es que aquí es posible acceder a servicios públicos de educación y salud de calidad que no pueden conseguirse en el Perú). Por un tema costo-beneficio, la balanza debería inclinarse hacia quedarse en el Perú, antes de migrar hacia un país donde la tendrá más difícil. Pero el análisis costo-beneficio no se hace en estos términos, sino contra una percepción de las condiciones y oportunidades en la Argentina que está mucho más cerca a la Argentina de los noventas, que a la de la actualidad: es como si la comparación se hiciera entre Argentina en la época de la convertibilidad, y Perú en la época del primer Alan. Papas y camotes, apples and oranges.

Esto tiene mucho que ver con la manera como fluye la información y la gente accede a ella, como gente parada en una cola: la gente que se fue del Perú hace muchos años a una Argentina en mejores condiciones a las actuales recuerda esa comparación, y es quizás la percepción que transmiten a sus familiares al ofrecer el argumento de que ellos también podrían o deberían migrar. Pero las condiciones económicas que efectivamente encontrarán son más complicadas, y menos navegables, que las que encontrarían en su propio país.

Al mismo tiempo, ésa es la percepción generalizada que se va construyendo del peruano. Nunca menos de seis oficiales de policía y dos patrulleros estuvieron alrededor del consulado, «cuidando», no sé exactamente a quién. El mismo personal del consulado se encargó de darnos esa lindísima impresión de ser como ganado pasando por una línea de producción. Y la percepción de los migrantes peruanos es cuestionable, porque las condiciones en las que llegan los migrantes peruanos son cuestionables también. Quizás mi gran aprendizaje del día es que una buena parte del problema migratorio es, justamente, un tema de desinformación – supongo que eso no es novedad para nadie, pero creo que lo que encontré hoy es contenido material mucho más específico para esta comprensión formal.

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