El dilema del erizo: Evangelion como narrativa existencialista

El Shin Bunka Yugo Club me invitó a participar ayer del evento «You Could (Not) Understand«, un conversatorio en el que se expusieron varias interpretaciones sobre Neon Genesis Evangelion desde un análisis académico. Aunque no pude estar presente en el evento físicamente, felizmente estuvieron dispuestos a dejarme participar a distancia – en este caso, enviando mi presentación grabada previamente en un video.

De modo que comparto aquí también la presentación que preparé, aunque aún no me llegan noticias de qué tal habrá funcionado en vivo. La presentación lleva el título de «El dilema del erizo: el valor de (no) estar solo», y en ella intento explorar la idea de Evangelion como una narrativa existencialista que explora la tensión que existe entre el querer vincularnos a otros y el querer mantener nuestro espacio personal, y como intentar diluir esa tensión es una ilusión que niega algo estructural a la experiencia humana misma – algo que queda claramente reflejado en el proyecto de instrumentalización humana dentro de la serie, que trato aquí de comparar con los discursos de conexión y unidad global que también nos pretenden dar la idea de poder diluir la tensión propia de la coexistencia humana.

Todo gira en torno al problema del dilema del erizo, un tema que recorre la serie y las relaciones de los personajes y que ilustra el conflicto que significa acercarnos a los demás y exponernos a que nos hagan daño, o preservar nuestro propio espacio personal pero quedarnos solos.

Evangelion da para muchísimo análisis y reflexión, y con esto no pretendo más que abrir algunas líneas y preguntas que se pueden luego explorar y desentrañar muchísimo más, así que espero que les guste la presentación.

Por si están interesados, hay un par de eventos más del Shin Bunka Yugo Club de los cuales he participado antes también:

 

«Me llamo Kohfam»: aproximaciones a la identidad hacker

Hacker in the darkness por powtac

En mi escapada norteña de la semana pasada, empecé y terminé un libro del antropólogo español Pau Contreras, titulado Me llamo Kohfam: identidad hacker, una aproximación antropológica [Gedisa, Barcelona, 2004]. Encontré este libro hace un tiempo y me llamó la atención por ser uno de los pocos que he encontrado directamente relacionados con el tema de la identidad y la ética hacker, un tema que me interesa mucho. Pero la verdad, el libro no me resultó tan interesante como lo esperaba, y creo aún que uno puede hacerse de un mejor entendimiento sobre la ética (y la estética) hacker si vuelve sobre algunos de sus documentos fundacionales (los cuales, además, me parece que el libro de Contreras no incorpora o trabaja lo suficiente). Lo interesante por explorar aquí, además, y en esto el libro sí elabora algunas ideas, es la manera como esta configuración ética y estética han servido como la plantilla básica impregnada en todos los desarrollos de la cultura digital, y pueden rastrearse en mayor o menor medida a todo tipo de comunidades en línea que podemos encontrar hoy.

Sin embargo, allí donde sí aporta algo particularmente interesante el libro es en su propuesta central: se trata no de un análisis textual, sino de una aproximación antropológica/etnográfica al asunto. El libro gira en torno a la descripción directa de las prácticas de una comunidad hacker en particular, la que se dedica al hackeo de tarjetas de TV digital en España, y el núcleo de su argumento gira en torno a lo encontrado con ellos a lo largo de varios meses. Aunque aún en ello creo que el libro es confuso en su formulación: el clímax anunciado largamente, la aparición del hacker conocido como Kohfam, termina siendo una presentación corta con pocos detalles.

Aún así, hay algunos pasajes, sobre todo de las conclusiones, que me parece interesante y pertinente rescatar para la formulación de una consideración ética sobre la cultura hacker, así como de la manera como las comunidades en línea comparten conocimientos y construyen identidades. El objetivo de las comunidades de hackers, por ejemplo, lo plantea Contreras de esta manera:

Es decir, el proyecto no tiene como objetivo último construir objetos, sino resolver problemas de la comunidad. A lo largo del proyecto se diseñan y construyen una gran variedad de objetos; ahora bien, todos ellos tienen una finalidad meramente heurística: son el medio para conseguir una meta final que se concibe como un bien público. [137, cursivas del original]

Esto es interesante porque nos lleva por el camino de que la naturaleza misma del objeto sobre el cual se enfoca el grupo es secundaria. Puede ser el hackeo de tarjetas de TV como puede ser el desarrollo de mejores técnicas de tejido a crochet: el objetivo explícito de un grupo se ofrece prácticamente como un pretexto para la existencia misma del grupo. El objetivo implícito, sin embargo, es el grupo mismo, su persistencia a través del tiempo, que se prolonga en la medida en que el objetivo se mantenga siempre insatisfecho, que el grupo siempre tenga problemas nuevos que resolver. La resolución real de sus problemas significaría, más bien, la desaparición de la necesidad de la existencia del grupo mismo.

La manera como se mantiene la cohesión del grupo es a través del intercambio – no un intercambio monetario, sino del intercambio de un «capital social» que toma la forma de conocimiento distribuido entre los miembros:

Ese conjunto de procesos sociales de creación y distribución de conocimiento configura lo que llamo una inteligencia-red. En ésta el conocimiento juega un rol fundamental, puesto que las actividades sociales del grupo se articulan sobre la base de su creación y distribución continua. Creo que se trata de una particular forma de construcción social de conocimiento, configurando una especie de «amplificador operacional» en el que el conocimiento es a la vez el origen y el destino de las transformaciones.

La comunidad que configura una inteligencia-red se nutre de conocimiento y genera conocimiento. En el proceso, se produce una realimentación positiva del conocimiento generado y una aceleración del proceso por efecto de la atracción de nuevos miembros a la comunidad. [138, cursivas del original]

La «inteligencia-red» de la que habla Contreras puede perfectamente compararse con la «inteligencia colectiva» de Pierre Levy o con las descripciones del conocimiento en el mundo virtual que hacen autores como Manuel Castells o David Weinberger. La explicación de los incentivos que hacen que este modelo funcione, sin embargo, requieren de una respuesta más antropológica, vinculada a las nociones de la cultura del don y de la reciprocidad:

De manera que el estatus es de base tecnomeritocrática, pero con un fuerte componente de cultura del don (gift culture), en el que el bien fundamental que circula es el conocimiento. Los lazos sociales del grupo se establecen, por tanto, sobre la base de una circulación de favores. Los favores consisten en conocimiento que, al ser entregado, actúa como un regalo y crea unos fuertes vínculos basados en la reciprocidad y en el altruismo. (…)

Los favores generan también fuertes lazos emocionales entre los miembros de la comunidad, lazos de solidaridad que, pese a ser inestables y estar en proceso de redefinición continua, constituyen uno de los rasgos más importantes de la sociabilidad hacker. El intercambio de conocimiento es, en definitiva, el elemento cohesionador que contrarresta la naturaleza inestable y centrífuga de la comunidad configurada como una inteligencia-red. [141, cursivas del original]

Finalmente, esta dinámica de intercambio, reciprocidad, reconocimiento y construcción social se vuelve central al proceso de formación de identidades complejas, múltiples e interconectadas, en los roles que asumen los miembros de estas comunidades hacia adentro y hacia afuera. Se articula aquí una identidad que Contrerar llama «identidad-red»:

Las identidades virtuales pasan a formar parte del bagaje y la experiencia global del individuo, que deviene un sistema identitario complejo compuesto por una red distribuida de nodos en que es el contexto el que determina qué identidad tiene más importancia en cada momento. Todo ello supone un nuevo modelo de concepción psicológica de la identidad a la que denomino identidad-red.

El movimiento social hacker no puede ser entendido sin este componente de construcción social de la identidad, al igual que otros (nuevos) movimientos sociales. [160, cursivas del original]

Esta última parte es quizás la más interesante y es clave, porque es la que nos da el pase a buscar patrones similares a estos en otras comunidades virtuales que siguen un modelo parecido al de las comunidades de hackers tal como empezaron a articularse desde los años 80. Aunque Me llamo Kohfam tiene, a mi juicio, una serie de problemas estructurales y de presentación, no deja de tener una serie de ideas repartidas a través del libro que vale la pena recoger y articular con otras que van en la misma dirección, para entender un poco más toda la extensión en la que los hackers han configurado proceso sociales que los trascienden.