El medio es el mensaje (1)

Creo que el mejor punto de partida para revisar algunas ideas interesantes en la obra de Marshall McLuhan es su sentencia más famosa y más discutida:

En una cultura como la nuestra, largamente acostumbrada a partir y dividir todas las cosas como una forma de control, es a veces un poco sorpresivo recordar que, operacional y prácticamente, el medio es el mensaje.

La traducción es mía de las primeras líneas de la edición en inglés de Comprender los medios de comunicación: las extensiones del hombre (Understanding Media: The Extensions Of Man. London: Routledge, 2001). Como casi todo el libro, esta sentencia y todo su trasfondo son sumamente oscuros y se prestan a multiplicidad de interpretaciones, pues el lenguaje de McLuhan es ambiguo y confuso, cargado estéticamente y exento de la normatividad textual que uno esperaría (rara vez McLuhan indica la referencia exacta de las fuentes que utiliza, y su estilo es más de impacto que analítico). La archiconocida sentencia que reza que «el medio es el mensaje» no es diferente: la interpretación que se le ha dado ha llevado, además, a circunscribir el carácter de McLuhan mismo dentro de parámetros que lo acercan más a su faceta de marketero-casi-vendedor-de-serpientes que a sus dimensiones mucho más filosóficas.

Esto es porque la idea de que el medio es el mensaje puede, gruesamente, tomarse de dos grandes maneras: una superficial y automática, y otra más bien complicada y demandante. La primera es la interpretación que toma la noción del medio como mensaje como una simple y lineal apología de la retórica en su forma más chata: decir que el medio es el mensaje es decir que no importa, realmente, qué es lo que uno esté diciendo, sino que lo que importa es cómo uno lo diga. El contenido no tiene valor, sino que lo que importa es la forma en la cual se expresa un mensaje. McLuhan queda, bajo esta interpretación, como un apologeta del lado más oscuro de la publicidad: aquel que no se preocupa por lo que vende, ni por sus consecuencias, sino tan sólo por construir un mensaje que genere el impacto deseado y modifique la conducta de los consumidores para cumplir con sus objetivos. Bajo esta interpretación (a mi juicio, incorrecta, y por lo demás aburrida), «el medio es el mensaje» es una sentencia que puede acompañar a otras grandes sentencias del calibre de «el fin justifica los medios».

Pero hay, me parece, una manera más interesante de interpretar esta misma idea. Y es que, si McLuhan simplemente reivindicara la forma dejando de lado el contenido, estaría nada más invirtiendo el modelo que busca cuestionar y criticar. La formulación mcluhaniana se vuelve más confusa porque tiene un énfasis retórico al prácticamente reducir al contenido a una excusa, o un pretexto para la comunicación: pero el objetivo de esta reducción es en el fondo, me parece, llamar la atención sobre un prejuicio occidental de larga data: el prejuicio del contenido sobre la forma, y de la forma como nada más que un vehículo intercambiable para la circulación del contenido. El punto de McLuhan es que el prejuicio occidental por el trabajo del intelecto ha llevado a la incapacidad para tomar en consideración la manera específica en la cual los medios que utilizamos para comunicarnos ejercen una influencia determinante sobre aquello que comunicamos: la forma no solamente transporta el contenido, sino que al hacerlo inevitablemente lo transforma de maneras que no nos son plenamente obvias. No nos son obvias por dos razones: primero, porque nunca nos hemos detenido a pensar en eso. Segundo, porque pensar en eso implica usar los mismos medios, con lo cual la herramienta no puede servirnos para darnos una imagen plena de sí misma.

Aún en las primeras líneas, McLuhan precisa aún más el sentido de lo que está buscando resaltar:

Esto es simplemente decir que las consecuencias personales y sociales de cualquier medio -esto es, de cualquier extensión de nosotros mismos- resultan de la nueva escala que se introduce en nuestro asuntos por cada extensión de nosotros mismos, o por cada nueva tecnología. [Traducción mía]

El quiebre que McLuhan está incitando es multidimensional y no se limita solamente a la preponderancia del contenido sobre la forma. O, mejor dicho, una vez que se pone en cuestión esa preponderancia, todo tipo de nuevas consecuencias empiezan a salir a la luz. De esta precisión se desprenden dos de estas consecuencias que irán cobrando relevancia conforme McLuhan desarrolle su idea. La primera es la idea de que el significado de un medio, o el mensaje específico que uno debe buscar en cualquier medio de comunicación, no debe entenderse en términos lineales respecto a, por ejemplo, su capacidad para amplificar un mismo contenido a un mayor alcance. Es decir, la diferencia entre los periódicos y la radio, o entre la radio y la televisión, no es solamente que el nuevo medio transmite más información y la lleva más lejos. El mensaje de un medio radica en la diferente experiencia sensorial que cada medio ejerce sobre el usuario: la televisión implica una experiencia fenomenológicamente diferente a la de la radio, en la que diferentes sentidos y facultades cognitivas se involucran de diferente manera. Este íntima relación con los sentidos, a su vez, nos dice dos cosas. La primera es que en el universo mcluhaniano, la dimensión sensorial y corporal tiene un significado fundamental (de nuevo marcando un quiebre con un intelectualismo que sólo otorga valor al contenido mental). La segunda es que, porque la configuración de nuestra propia percepción sensorial está en juego, diferentes experiencias mediáticas no son solamente diferentes maneras de comunicar una misma realidad: en la medida en que reconfiguran nuestros sentidos, reconfiguran la manera misma como percibimos la realidad (y en esto bien puede recordarnos al buen Wittgenstein diciendo que «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo»).

La segunda consecuencia que se desprende a esta altura -y esto, me parece, ameritará mayor precisión por sí mismo- es que McLuhan pone en el mismo plano la idea de medios de comunicación, la idea de extensiones de nuestros sentidos y de nosotros mismos, y la idea de nuevas tecnologías. Desde aquí se introduce ya la manera fundamentalmente diferente en la que McLuhan entenderá la idea de tecnología en directa relación, primero, con nuestra vida sensible, y segundo, con la manera como configuramos nuestras lecturas de la realidad misma. El sentido específico de lo tecnológico en McLuhan es algo que amerita, sin embargo, un poco más de elaboración.

9 comentarios sobre “El medio es el mensaje (1)

  1. Hola
    Buen post.

    Ya hemos conversado de esto antes :). Yo tampoco creo que deberíamos interpretar la frase como un apologeta de la retórica (en el mal sentido de la palabra). Sin embargo, creo que sí podría suscribir una versión más matizada que piense en una defensa de la forma frente al contenido, por las razones que ya has mencionado (y que son, además, muy interesantes), tales como las experiencias fenomenológicas de los medios y las cuestiones relativas a la noción de extensión, etc.

    Pero sí creo que esa defensa busca, aunque es discutible, «invertir» la relación. Así cómo Heidegger criticaba a Sartre porque Sartre había invertido quién precedía a quién (esencia y existencia) y esto seguía siendo un enunciado metafísico, creo que con McLuhan podría pasar algo análogo (lo cual obviamente no le quitaría genialidad, originalidad, ni mucho menos).

    Y es que, lo que yo entendí a la hora de leer el libro, libro que me pareció genial, es que el «mensaje» (lo importante) era el «medio», es decir, el cómo, pero por las razones de experiencia y extensión que señalabas. Sin embargo, los ejemplos de McLuhan no son siempre muy modestos y por eso saqué el caso de Heidegger y Sartre. Pensar que la revolución francesa se debe a la imprenta o que la genialidad de Napoleón estribe en saber usar los periódicos me parece bastante reduccionista. Yo sé que McLuhan no es tan tonto como para pensar eso literalmente, pero me da la impresión de que si les otrogaría el papel predominante en lo que concierne a cambios sociales y políticos importantes.

    Mencionés esto hace tiempo en un comment a tu blog, pero en otra entrada más antigua, donde casi me daba la impresión de que si cambiamos fuerzas productivas por medios de comuncación, la equivalencia casi casi resulta. Nunca negaría la importancia de los medios de comunicación para cambios y revoluciones, peri sí creo que implícitamente la frase tiene esa carga. El medio ES (identidad) el mensaje, a lo que hay que prestar atención para entender cambios y procesos es más al cómo que al qué.

    En todo caso, exigir en su época que la gente preste atención a qué implica ver televisión, más allá de ver lo que se vea, es algo demasiado profundo. Quizá en EEUU eso es más interesante por toda la censura que siempre se da a los contenidos. Quieren proteger a sus hijos, pero es muy tarde porque el medio es el mensaje, más allá de sí ven violencia o barney en la televisión e internet.

    1. Creo que aquí hay dos cosas. La primera es la cuestión del contenido, cuyo papel definitivamente queda oscurecido en McLuhan. Mi hipótesis es ésta, sin embargo, y es que McLuhan hace un poco trampa en lo que refiere al contenido. McLuhan dixit:

      «Nuestra respuesta convencional a todo medio -que es la manera cómo lo usamos la que importa- es la postura entumecida del idiota tecnológico. Pues el ‘contenido’ de un medio es como el jugoso pedazo de carne que lleva el ladrón para distraer al perro guardián de la mente. El efecto del medio es fortalecido e intensificado sólo porque le es dado otro medio como ‘contenido’. El contenido de una película es una novela o una obra o una ópera. El efecto de la forma película no está vinculado con el contenido programático. El ‘contenido’ de la escritura o la imprenta es el habla, pero el lector casi no presta atención a lo impreso o al habla.»

      McLuhan hace trampa al decir que el contenido es él mismo medio (y eso tiene sus propios problemas cuando termina diciendo que hay un contenido último que es el «pensamiento puro»). Con lo cual, el contenido también ejerce efectos – pero porque es un medio él mismo. El gran problema, que creo es la razón por la cual radicaliza su afirmación, es que somos idiotas tecnológicos enfocados en el contenido. Lo que justamente nos está pidiendo es que dejemos de pensar en términos del contenido para entender el efecto de la forma. El problema que nos queda (a nosotros) después es, entonces, ¿qué hacemos con el contenido que de hecho está allí? (Pero que, además, nos es inaccesible de alguna manera que no sea por medio de una forma.)

      La segunda cuestión directamente relacionada es el determinismo tecnológico de McLuhan, que es el punto que voy a dejar en suspenso porque quiero elaborarlo en el siguiente post sobre su relación con la tecnología.

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