El desafío a las profesiones 2

Volviendo sobre algunas ideas del último post sobre el desafío a las profesiones, hay dos ejemplos puntuales que me vienen a la mente. El primero es el caso del periodismo, sobre el que ya he escrito bastante antes pues me parece uno de los más interesantes. Shirky habla explícitamente sobre el periodismo y me parece lo más interesante el que lo haga en términos económicos, pues eso resalta particularmente la contingencia histórica de la profesión periodística como la conocemos: no inventamos el periodismo cuando descubrimos que era un componente fundamental de la realidad, sino que vino a existir como parte de un proceso histórico, y como tal, por lo mismo, puede también transformarse y desaparecer. Tenemos una horrible, aunque comprensible, tendencia a naturalizar lo histórico, y asumimos que el mundo tal como es hoy es el mundo como ha sido y será siempre: siempre hubo capitalismo, siempre hubieron mercados, siempre hubo libertad, siempre hubo Estado, y así se mantendrán las cosas en el futuro. Pero aunque nos pueda molestar darnos cuenta, en realidad, todos estos son productos históricos y no forman parte de ningún tejido intrínseco de la realidad. No hemos «descubierto» nada de esto, lo hemos inventado y puesto en el tejido de lo social.

Es más, no sólo no deberíamos asumir que así siempre han sido las cosas, sino que viendo la historia deberíamos ser lo suficientemente humildes e inductivos como para darnos cuenta que, así como prácticamente todo en nuestra historia se ha visto transformado, es igualmente razonable suponer que el ordenamiento del mundo que conocemos se verá, a su vez, superado en el futuro. No necesariamente por algo «mejor», lamentablemente, o mejor dicho, la valoración moral o cualitativa de este cambio no sólo no nos corresponde, sino que nos es estructuralmente imposible (pues se trata, en pocas palabras, de evaluar lo desconocido a partir de lo conocido, disputa en la cual lo conocido tiene siempre todas las de ganar).

A partir de todo eso, el resultado es un tanto claro: de la misma manera, el periodismo como profesión, siendo un resultado histórico de condiciones económicas y de producción de una época, muy probablemente se vea transformado a medida que esas condiciones cambien. Allí donde se necesitaba de su clase profesional para mediar la escasez de información, allí donde se les necesitaba para minar la sociedad en busca de noticias que de otra manera no podían exhibirse, hoy día aquella necesidad se ve atendida de manera más eficiente (ojo que no digo ni mejor ni peor, que no me parece que venga al caso) por medios tecnológicos. Esto tiene miles de consecuencias, pero en general, podemos reducir las posibles salidas al problema generado a dos grandes posibilidades: o restauramos el valor histórico del periodismo y su función tradicional de mediar entre los ciudadanos y la información, para lo cual hay que, básicamente, limitar artificialmente el uso y desarrollo de la tecnología; o buscamos la manera para transferir a los ciudadanos las habilidades, las competencias y los criterios necesarios para que puedan navegar toda esta nueva información de manera efectiva. No sorprenderá a nadie que haya pasado por aquí antes que yo me inclino más por la segunda posibilidad.

Observación importante: esto no quiere decir que empecemos a hablar de periodismo ciudadano. El «periodismo ciudadano» es una categoría engañosa que explica algunas cosas del proceso en el que estamos pero cuyo principal problema es que explica lo nuevo en términos de lo viejo. Presenciamos, sí, la aparición de nuevas formas de ejercer la ciudadanía en la sociedad de la información. Pero eso no nos hace a todos periodistas, y además, no tendría por qué hacerlo. Esta etiqueta tiene la problemática consecuencia de que si los ciudadanos son periodistas entonces deben adscribirse a sus criterios profesionales y si no lo hacen están mal, o de que si los periodistas son ciudadanos hay que otorgarles ciertas prerrogativas, privilegios o protecciones especiales cuyo alcance y delimitación es imposible de aclarar porque no pasamos a asumir un sólo rol predominante, sino que nos movemos todo el tiempo cumpliendo con varios roles. No se da que yo «me vuelva un periodista ciudadano», sino que resulta que, por momentos, hago cosas que se asemejan a lo que tradicionalmente hemos asociado al periodismo. Hablar de periodismo ciudadano prácticamente perpetúa la metafísica esencialista del aristotelismo, por ponerlo de alguna manera.

En otras palabras, si el periodismo quiere tener alguna alternativa, desde mi modesto punto de vista este tiene que ser no esencialista y no metafísico. Es decir, no puede ser tratar de preservarse como un valor intrínseco a la sociedad y la realidad. Pero la otra alternativa que mencioné brilla por el hecho de que no menciona al periodismo. Y es que, claro, como resultado histórico no tiene roles históricamente predeterminados. Estamos descubriendo esto sobre la marcha, y lo que sea que resulte del periodismo resultará del recálculo de los costos de transacción que tienen los individuos, los ciudadanos, en el procesamiento de información cada vez más orientado hacia la organización de la acción colectiva, o por lo menos hacia la movilización y no hacia la simple y neutralizada información. Hoy día ya no buscamos tanto informarnos como buscamos inspirarnos: desde el hecho de buscar noticias a partir de nuestro marco ideológico para verlo reforzado. Esto es difícil de digerir, pero no necesariamente es malo: es hacia donde vamos, y más que preguntar cómo cambiamos el curso, creo que podemos preguntarnos cómo llegamos antes para ir poniendo los globos y la decoración para sacarle lo mejor al proceso. Difícilmente tenemos menos, sino que por el contrario tenemos hoy día más necesidades de información, sólo que están estructuradas de manera diferente y con diferentes motivaciones a las que teníamos antes. El paso número uno para repensar el periodismo es el violento descubrimiento de que ya no tienen el monopolio de la información y que, muy probablemente, no lo volverán a tener: de la actitud hacia este violento descubrimiento dependerá la extinción o la adaptación.

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