Ministerio de Cultura 2.0

Me ha gustado mucho el último post del blog del Morsa sobre… bueno, sobre la cultura. Es bien interesante, porque cubre mucho de lo que he venido discutiendo con mis alumnos de práctica de un curso de Filosofía Contemporánea en la PUCP. Ayer tuvimos una sesión bien interesante discutiendo cosas como la diferencia de una cultura concebida desde Britannica frente a una concebida desde Wikipedia, y la manera como el lenguaje y la manera como nos comunicamos se transforma según los medios a nuestra disposición – y como toda nuestra identidad se ve modificada de la misma manera.

El Morsa le da vuelta de varias maneras al tema de las redes sociales, cómo están transformando la opinión pública y generando una suerte de «retribalismo», como diría el buen Marshall McLuhan. «Eticidad», diría también el buen Hegel, en el sentido que se supera la idea liberal del individuo desarraigado, solo-frente-al-mundo, para recuperar, en una nueva versión, la idea de que pertenecemos a comunidades que se insertan en un orden histórico. Suena como un salto bien grande, pero en muchas maneras creo que no solo Facebook, sino el conjunto de Facebook-blogs-twitters-redes sociales-videos-y-demás con los que jugamos ahora están apuntando en esta dirección.

Pero también señala uno de los problemas más importantes, y que nosotros (localmente) tenemos menos presentes: ¿Quién es dueño de toda esta información? Hace unos días cuando Google lanzó Chrome, muchos protestaron porque el contrato de uso básicamente atribuía a Google propiedad sobre todo lo que se transmitiera por el nuevo navegador. Google respondió cambiando los términos de uso, pero el riesgo se mantiene presente: toda esta información que circulamos, por ejemplo, en FB, ¿es nuestra? Si ni siquiera tenemos la opción de sacar nuestra información y llevarla a otra red, ¿podríamos decir que es nuestra? ¿O estamos, más bien, encerrándonos en jardines amurallados?

La última pregunta que plantea el Morsa, más que curiosidad o expectativa, me da miedo: quien esté pensando en el diseño y ejecución de un posible Ministerio de Cultura, ¿tendrá en cuenta todo esto? Pues yo creo que lo más probable es que no, por muchas razones, la primera de las cuales es que, desde el establishment, la perspectiva hacia los medios sociales y los blogs está más o menos cantada. Espero, claro, estar equivocado, o espero, por lo menos, que en el proceso de creación de este nuevo espacio haya, justamente, espacio para una construcción abierta de lo que entenderemos por «cultura» y no solamente una legitimación de lo «alturado» a la manera como Adorno despreciaba el jazz por representar la música de la cultura popular.

En fin, interesante. Mucho pan por rebanar, filosóficamente hablando.

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